Territorios virtuales: intimidades, relaciones interpersonales y nuevas redes individuales

La expansión y masificación de las TICs en la vida social genera efectos insospechados en la estructura y el modo cotidiano de las relaciones interpersonales. Las fronteras de la vida y los territorios de las relaciones humanas se expanden y se estrechan a la vez, se complejizan y aparentemente se profundizan, dentro de su superficialidad.  Rotas las barreras entre individualidad y sociabilidad, entre lo real y lo virtual y difuminados los límites entre tiempo y espacio, la irrupción de las TICs en la vida cotidiana, en las relaciones sociales, en los negocios y la actividad económica, en la comunicación política y en los procesos institucionales y organizacionales abren las perspectivas hacia nuevas formas de relacionarse, de producir, de construir, de inventar, de imaginar.

Así por ejemplo, los nuevos territorios virtuales de la intimidad y la individualidad están (o pueden estar) registrados (capturados, archivados) en el teléfono celular, en mensajes de texto (SMS), en videocámaras, en webcams, en Ipods, MP3 ó MP4 y otras plataformas nómades e individuales. 

Cada aparato tecnológico comunicacional e informacional es una plataforma de la intimidad que ha escapado (o lucha silenciosamente por escapar…) del control posible de los sistemas, de las instituciones y de los aparatos securitarios y de vigilancia.

Al interior y a través de las redes sociales, se quiebran y traspasan (según la medida de cada ego y de cada individuo) las fronteras de lo público y de lo privado, y los territorios individuales transformados ahora en innumerables espacios virtuales de interacción y de auto-identidad, tienden a ser fluidos, elásticos, cambiantes, dinámicos.  Abro una cuenta (Facebook o Twitter o MySpace o LinkeIn) e ingreso voluntariamente en la enorme red de las redes sociales: como individuo decido qué publico y qué oculto; qué aporto y qué extraigo; qué ofrezco y qué necesito; a quién me dirijo y a quién excluyo; decido motupropio el contenido, el tono, el público (o target) y el soporte del mensaje que quiero multiplicar; en otros términos, construyo mi propia red individual al interior de la malla gigantesca de las redes sociales en curso.

Debajo de la geopolítica de los territorios estatales y de las instalaciones corporativas, del Estado omni-presente y del individuo omni-ausente, existiría así una suerte de geopolítica de la intimidad, una gestión del espacio propio frente y en relación con los espacios ajenos.  Así, se construyen y desconstruyen infinitas redes comunicacionales e informacionales donde circulan micromensajes, datos, sentimientos expresados, briznas casi inalcanzables de felicidad propia, de tristezas compartidas, de sentimientos buscados y encontrados, de anotaciones domésticas, de cotidianeidad comunicacional, de gestos, señales y anuncios. 

La macrosociología de los movimientos, de los procesos estructurales y de los sistemas organizacionales se disuelve en la micro-sociología de la cotidianeidad comunicacional y de la interacción en red.  La Ciencia Política de los Estados, de los aparatos institucionales y de las organizaciones corporativas, se retrotrae a la micro-politología de los encuentros interpersonales, de las demandas y necesidades extraídas del orden cotidiano.  La geopolítica de los grandes espacios, de los procesos globales y de las interacciones planetarias y continentales, se complementa con una geopolítica de la vida humana y comunicante, dispersa en los territorios del ser inmediato, actuante, presente y existente.

La ubicuidad de esta humanidad tecnológica, de esta tecnología en forma de sociedad  (https://geopoliticaxxi.wordpress.com/2011/05/23/el-siglo-de-la-ubicuidad-redes-nomades-y-multitudes/), reside finalmente en el subconsciente colectivo, en la memoria de los individuos, en una poderosa pulsión comunicante y comunicativa. Esta ubicuidad produce «no-lugares» como lo propone Marc Augé. Sólo entonces, cuando se instala la infinita cacofonía de los aparatos teconológicos que hablan por (y a través de) los seres humanos, solo entonces tiene sentido el silencio, solo entonces el silencio contiene significados.

El ser humano -aun en medio de la vorágine tecnológica de la postmodernidad tardía- sigue siendo un animal comunicacional, un ser comunicante entrelazado mediante significados, símbolos, códigos y lenguajes, a otros seres comunicantes que forman el entramado social.

Manuel Luis Rodríguez U.

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