Afganistán, el ajedrez del Medio Oriente

Afganistán, país fronterizo con Iran, Pakistan, China y las republicas islámicas de Turkmenistan, Uzbekistan y Tayikistán, en el Medio Oriente es el centro de la preocupación internacional de las grandes potencias, cuando en pocos meses, de una ofensiva fulgurante el movimiento Talibán logra derrotar la ocupación militar estadounidense y occidental y provoca la caida del gobierno títere de EEUU.

El puzzle afgano está compuesto de distintos territorios dominados por grupos tribales armados, dentro del campo del islamismo suni. La situación geográfica de Afganistán, el principal productor de amapola en el mundo, para producir opio, lo ha convertido en un espacio geopolítico de encuentro de diversos imperios y civilizaciones, así como territorio de intercambio y comunicación de importantes polos culturales y comerciales, como es el caso de la denominada Ruta de la Seda.

Es importante subrayar que Afganistán produce petróleo, oro, uranio, litio, carbón y gas natural.

La estructura tribal de la sociedad afgana, hace difícil la definición de Afganistán como un Estado en el sentido occidental del término.

El movimiento Talibán está asociado a las ideas del movimiento wahabí, y desde el punto de vista organizacional es una confederación tribal de Ghilzai y sus tribus aliadas y se encuentran asentados en Afganistán/Pashtunistán. Cerca del 99% de los afganos son musulmanes, de los cuales el 80 % son sunitas y solo el 19 % son chiitas.

Dos grandes potencias han intentado dominar el Afganistán y sus fracasos han sido rotundos. Dada su posición limítrofe con la Unión Soviética, este país invadió el territorio afgano en 1978, desarrollándose una intensa guerra de guerrillas de los muyajidines alentada y con el apoyo logístico de EEUU. La potencia estadounidense alimentó con armas y logística a la guerrilla afgana contra las tropas soviéticas. Tras la caida de la Unión Soviética, en 1992 Rusia retiró sus tropas del territorio afgano, pero continuó la guerra civil dentro del país.

Tras los ataques del 11 de septiembre de 2001 en Washington y Nueva York, Estados Unidos invadió Afganistán a fin de perseguir al movimiento Al Qaeda, que utilizaba ese país como santuario de entrenamiento para sus fuerzas. A lo largo de 20 años de ocupación, incluso con fuerzas de la OTAN (fuera del espacio geoestratégico de esa alianza militar del Atlántico norte), el movimiento Talibán se fue fortaleciendo militarmente con ayuda desde Pakistán y con apoyo logístico de varios Estados árabes del Golfo, incluida Arabia Saudita.

La caida de Kabul ocurrida en estas horas del 15 de agosto, modifica el ajedrez geopolítico y estratégico del Medio Oriente. Estados Unidos retira vergonzosamente sus tropas y sus diplomáticos en la capital afgana, evocando inevitablemente las escenas de la caida de Saigón, tras la derrota estadounidense en Vietnam en 1975,

Afganistán queda ahora en manos del mismo movimiento que los americanos habían venido a combatir. ¿Qué significa que el movimiento político-militar que ellos fueron a combatir y a derrotar, logra vencer y controlar todo el territorio del país?

La derrota militar y diplomática de Estados Unidos puede tener efectos negativos para la imagen internacional y para la percepción de la verdadera capacidad y disposición de esa potencia de respaldar a sus aliados.

Fracasó Estados Unidos en transformar la sociedad afgana al modelo cultural occidental, a un costo de tres billones de dólares de gasto militar y económico. Fracasó Estados Unidos, nuevamente en ganar guerras contemporáneas de baja intensidad o de detenerlas en términos favorables.

La caída de EEUU y de Occidente en Afganistán se contrapone en estas horas, con los avances diplomáticos y garantías logradas por la República Popular China con los talibanes. La embajada de China en Kabul permanece funcionando bajo la protección de los talibanes.

El triunfo de los talibanes en Afganistán, producirá una masiva salida de emigrantes y refugiados, al tiempo que la situación de las mujeres, bajo las nuevas autoridades islámicas, producirán un grave retroceso en materia de garantías a los derechos humanos.

En un contexto de incertidumbre estratégica en la zona, Rusia observa con preocupación el triunfo de un movimiento que puede desestabilizar las repúblicas islámicas ubicadas al sur de su frontera y Pakistán se enfrenta a una crisis migratoria de proporciones. Inglaterra y Francia observan su fracaso diplomático y militar sin poder hacer más que emitir declaraciones de lamentación. Naciones Unidas se reunirán la semana entrante y ahora viene el período de transición en que los Estados y gobiernos comenzarán a reconocer al nuevo gobierno afgano, mientras las potencias occidentales derrotadas negarán su reconocimiento.

Manuel Luis Rodríguez U.

Centro de Análisis de Política y Prospectiva, CPyP.

Agosto de 2021.

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